sábado, 14 de febrero de 2015

El combate entre don carnaval y doña cuaresma por Pieter Brueghel el Viejo (1559)
A lo largo de estas fechas se celebra en España una de las fiestas más populares del año: el carnaval. Como te imaginarás, este ha sido motivo de innumerables historias a lo largo de la Historia, algunas muy rocambolescas. Hoy repasamos algo que a los historiadores nos apasiona: los orígenes, salpicados con alguna anécdota.

El mes de febrero es el elegido para celebrar múltiples fiestas ligadas con el invierno y el carnaval, en especial, es una fiesta que hoy en día sintetiza muchas de ellas. Caro Baroja las sintetiza como “representación del paganismo en sí frente al cristianismo” . Esta fiesta, identificada con la Edad Media, tiene sus inicios un poco antes, en la fiesta romana del 15 de febrero: las antiguas fiestas lupercales, dedicadas al aseguramiento de la fecundidad femenina. Incluso viajar más en el pasado y remontarnos a las fiestas bacanales griegas, pero eso queda ya para otra entrada.

Seguro que no sabías que la palabra carnaval, llegada desde Italia, está ligada a Carnestolendas (que quiere decir lo mismo que carnaval, esto es, la abstinencia de comida durante la Cuaresma, de ahí que aparezca el término “carne” en la palabra).

Fragmento original del Libro del Buen Amor
En cualquier caso, ¿cómo se celebraba el carnaval medieval original? Este duraba desde el jueves, con las comilonas, hasta el martes anterior al comienzo de la Cuaresma, también conocido como Miércoles de Ceniza. Durante ese tiempo la fiesta, lujuria, manifestaciones de crítica, sátira social y política y el olvido de los valores eran protagonistas.


Juan Ruiz, clérico y arcipreste de Hita, en su obra El Libro del Buen Amor (1330 y 1343)  nos cuenta la encarnizada batalla que protagonizaron Don Carnal y Doña Cuaresma:

Don Carnal era un fiestero que gustaba de buen comer comer, especialmente carne, además de bailar, cantar y, por supuesto, disfrazarse. Doña Cuaresma, por su parte, era una mujer de profundos valores, seria y recta y de una religiosidad fuera de toda duda que amaba la fruta y verdura y odiaba todo lo que tuviera que ver con Don Carnal. Era inevitable que un día acabaran enfrentados, como así ocurrió.


Doña Cuaresma, harta de la actitud de Don Carnal, reta a este a una batalla que tendrá lugar una semana después, coincidiendo con el Miércoles de Ceniza.

"De mí, Santa Cuaresma, sierva del Criador
y por Dios enviada a todo pecador,
a todos arciprestes y curas sin amor
salud en Jesucristo, hasta Pascua Mayor.

Sabed que me dijeron que, hace cerca de un año,
se muestra don Carnal muy sañudo y huraño,
devastando mis tierras, haciendo muy gran daño,
vertiendo mucha sangre; con disgusto me extraño.
 
Y por esta razón, en virtud de obediencia,
os mando firmemente, so pena de sentencia,
que por mí, por mi Ayuno y por mi Penitencia,
vos le desafiéis con mi carta de creencia."

Por supuesto, Don Carnal acude con todo su ejército: “puso en las avanzadas muchos buenos peones, gallinas y perdices, conejos y capones, ánades y lavancos y gordos ansarones; allí se ejercitaban, cerca de los tizones. Detrás de los citados, están los ballesteros, los patos, las cecinas, costillas de carneros, piernas de puerco fresco, los jamones enteros; detrás de todos éstos vienen los caballeros(...) Vinieron muchos gamos y el fuerte jabalí: -“Señor, en esta guerra, no prescindas de mí, puesto que muchas veces lidié con don Alí; soy ducho en el combate y siempre en él valí.”.

De la misma manera que Doña Cuaresma -con su legión de verduras, vegetales, pescados y mariscos-. Se preveía una encarnizada y sangrienta batalla.

Como si fuera una partida de ajedrez, el primer enfrentamiento acaba en empate y, como era costumbre en el Medievo, ambos se retiran a sus respectivas tiendas a pensar una nueva estrategia. Don Carnal, cuyo fuerte no era la reflexión, decide que con el estómago lleno se piensa mejor y monta un gran banquete en la noche, lo que hace que tras este y con el estómago lleno el sueño venga en su busca, por lo que decide consultar la estrategia mejor con la almohada. Doña Cuaresma, cuya cena había sido bastante más liviana, no pierde el tiempo, aprovecha el largo silencio del campamento para entrar en este por sorpresa y tomar prisionero a Don Carnal: “como había el buen hombre muy de sobra comido y, con la mucha carne, mucho vino bebido, estaba abotargado, estaba adormecido; por todo el real suena de alarma el alarido”.

A la mañana siguiente, Miércoles de Ceniza, Don Carnal no tiene más remedio que confesarse y hacer penitencia mientras Doña Cuaresma, haciendo honor a su reputación, anuncia su victoria y llama a los feligreses cristianos para que participen: “mandó colgarlos altos, a modo de atalaya; que, para descolgarlos, allí ninguno vaya. Pronto los ahorcaron en una viga de haya; el sayón va diciendo: -Quien tal hizo, tal haya”

El pobre Don Carnal permanece durante cuarenta días encerrado y sin dejar de suplicar cuanto se arrepiente por sus actos. El Domingo de Ramos, Don Carnal, muy astuto, consigue burlar a Don Ayuno, su carcelero y reunir de nuevo a su ejército de manera tan rápida que Doña Cuaresma no puede hacer nada y no tiene más remedio que huir a Jerusalén la noche del Viernes Santo, con sus mejores galas por supuesto.

A la mañana siguiente, Don Carnal, acompañado por Don Amor, Don Almuerzo y Doña Cena, entra cual César en la ciudad sobre un carro musical asombrando a esta con su victoria. Comienza el Domingo de Resurrección y la fiesta no ha hecho más que empezar.

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El carnaval, en la Baja Edad Media (siglos XIII-XV), suponía una relajación de la dura vida diaria, una breve desconexión en la que se permitía criticar lo incriticable: las formas de gobierno, la vida de la nobleza e incluso la religión. Era el momento donde se permitían los excesos -de ahí su enorme popularidad- y los resentimientos salían a la palestra en forma de múltiples parodias. Incluso el clero se permitía el lujo de olvidar por un tiempo su condición de religiosos y darse vía libre en actividades digamos... menos propias de su profesión.

Eso sí, se permitía una vez al año, tres días de locura.

Escrito por Juanjo Martínez Fernández

¿Quieres saber más?

  • Fuente original de la Batalla entre Don Carnal y Doña Cuaresma
  • Bajtin, M. M., Forcat, J., & Conroy, C. (1974). La cultura popular en la Edad Media y Renacimiento. Barral.
  • Baruque, J. V. (1998). Reflexiones sobre la cultura popular en la Edad Media.Edad Media: revista de historia, (1), 15-28.
  • Rodrigo, A. C. (1990). Heers, Jacques: Carnavales y fiestas de locos. Revista de Filología Románica, (7), 328.

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